jueves, 10 de abril de 2008

Yoko-San












La (honorable) señorita Yoko es una de las gatas que he conocido. Yoko vive en Hiroshima y comparte casa y nombre con su mascota humana. En 2003 viajé a Japón. Recorrí el país durante dos semanas y fue agradable compartir unos días en su casa para disfrutar el amanecer desde su balcón, recortado sobre el mar, hacia la isla de Miyajima. El amanecer que más me ha estremecido. Supongo que poder tener esa vista cada mañana te otorga creatividad. Lamento no haber tomado fotos de la escultura que, pacientemente, Yoko iba esculpiendo sobre un brazo del banco de madera en la terraza. Una joya del Arte Felino. Nada que ver con los destrozos de papel producidos por mis ataques de ansiedad. No había ni rastro de ansiedad en la forma de esculpir de Yoko.

Recuerdo a Yoko caminando con una serenidad casi insolente por la casa. La envidio mucho. Por las vistas, claro está. También por la serenidad. Supongo que lo da Japón. Y lo dará ese sol naciente, cada día sobre tu propio balcón.

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