martes, 22 de mayo de 2007

Prrrrrrrrrrsonajes I. Jocelyne Wildenstein


Para algunos, Lady Cat es la imagen viviente de la cirugía estética. Para otros un monstruo de feria. Para mí un símbolo de la inseguridad. En algún momento cada cual se ha "inventado" el personaje que querría ser. Algunas tienen dinero para hacerlo, pero no sabemos si eso las hace más felices.

En general, no soy un defensor de la cirugía plástica. Y personalmente dudo mucho que alguna vez decida pasar voluntariamente por un quirófano (¿qué gato va voluntariamente al veterinario?). Ahora, opto por intentar sacar el mayor partido de lo que me ha dado la naturaleza. Me horroriza esa especie de “convergencia evolutiva” que veo en muchas famosas tras sus "arreglillos", previamente tan distintas entre sí. Hay otras ocasiones en que la cirugía tiene mucho sentido, por ejemplo en el proceso transexual. Que aclaro desde ya; no es comparable a la cirugía plástica, ni desde luego a la ortodoncia, como muy demagógicamente se viene diciendo en los medios. Es absolutamente legítimo y comprensible que la persona desee que su apariencia externa y sus genitales se correspondan con su identidad de género. Y eso va más allá de una cirugía de reasignación. Me satisface profundamente que la sanidad pública madrileña vaya a cubrir este proceso que contribuirá a mitigar la exclusión social, laboral y la precariedad de las personas transexuales y particularmente la de las mujeres. Mis queridas y guapísimas Mónica y Lizethe se lo han currado mucho durante años de militancia.


El caso que voy a comentar, sin embargo, me parece un enigma porque me difumina las barreras entre el capricho estético, la necesidad imperiosa de ser lo que se cree que los otros esperan o desean de nosotros, y el trastorno de identidad. Porque Jocelyne Wildenstein quería ser gata. Lady Cat, o la novia de Wildenstein como también la llaman, es objeto habitual de burlas en la prensa amarilla. Es considerada un caso extremo (yo añadiría, trágico) de adicción al bisturí y al botox. Casi he caido en la trampa de pronunciarme sobre el resultado de sus múltiples cirugías. Pero sólo diré que ella deseaba ser gata. No lo es, obviamente. Pero ha acercado sus rasgos humanos todo lo que le ha sido, humana y quirúrgicamente posible. ¿Qué puedo opinar yo, que he adelgazado casi hasta el ingreso hospitalario para ser “otra persona”? Yo, que al principio de mi enfermedad sólo deseaba poder andar por la calle con un aire más felino, y pasar desapercibido como un gato… o que en pleno ataque bulímico una vez me lancé sobre una lata de whiskas... ¿qué podría decir? Solo esa famosa oración que dice "dame la serenidad para aceptar aquello que no puedo cambiar, el coraje para cambiar lo que está en mi mado, y la sabiduría para ver la diferencia"

La relación de Jocelyne con los quirófanos comienza cuando descubre que su billonario marido la está engañando y confía en que unos arreglillos recuperen la atención de su esposo. Durante un tiempo, lo consigue. Sin embargo, las infidelidades continuan y Lady Cat ideó entonces algo más radical: utilizar la cirugía para parecerse a los gatos exóticos que su marido posee y adora. Ahora parece algo así como un gato, en la forma de sus ojos, los pómulos… dicen que hasta bigotes se implantó… pero sus planes de reconquista fracasaron. Eso sí, consiguió una pensión anual de 2.400.000 dólares. Lo que la convierte en una felina a la que muchos “espabilaos” le pondrían gustosos un cascabel.

Más, en español sobre Lady Cat en este blog y este artículo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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