Un gato doméstico duerme de media 16 horas diarias. El doble que un humano. En cualquier sitio; bajo una mesa, o camuflándose entre un ejército de peluches (sin mucho éxito). Yo no. Ultimamente estoy perdiendo la capacidad de dormir; pero de dormir de verdad, a pierna suelta, de meterme en la cama, con una gata a cada lado y amanecer al dia siguiente. Cada vez le robo más horas al sueño. Ya es raro el día en que duermo seis horas. Y no es voluntario, porque dormir es un alivio.
Cuando duermo el mundo no duele. No duele tanto como cuando estoy despierto incluso aunque ese mundo encuentre sus resquicios y haga entradas ocasionales en ese otro plano del sueño. Pero ¡lo que serían 16 horas al día de anestesia, sin pensar, sin dolor, sin sufrimiento ni ansiedad! ¡Qué maravilla!
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